Diáspora japonesa

Movimientos migratorios a Méjico desde sus inicios y situación actual entorno a los ‘hafu’ en Méjico

Los primeros movimientos migratorios se sitúan a finales del s. XIX-inicios del s. XX, cuando Japón se encontraba bajo un régimen de aislamiento a nivel internacional. No fue hasta el año 1886 cuando se establece el nuevo gobierno Meiji. El principal objetivo de esta nueva época Meiji era la modernización e industrialización de un país, cuya sociedad era de base agraria, a través de la occidentalización. Abrieron sus puertos y firmaron tratados de comercio para asegurarse de forma rápida y eficaz un lugar en el nuevo orden internacional que se estaba estableciendo.

Pese a la mejora que se produjo entre las clases más humildes, las reformas no fueron suficientes y una parte importante de la población seguía viviendo en muy malas condiciones. Este hecho sumado a la apertura del país, facilitó el proceso de migración de la población japonesa. Existía la posibilidad de viajar y trasladarse a otro país en busca de un futuro mejor y muchos optaron por esta vía.

Japón, en un primer momento, canalizó su exceso de población hacia la isla Hokkaido. Al no ser ésta suficiente, redirigieron su población excedente a la migración de ultramar y para ello, crean compañías migratorias semiestatales a partir de 1885. En 1893, Enomoto Takeaki, exministro de Asuntos Exteriores, crea la Sociedad de Colonización; cuyo objetivo principal consiste en la creación de colonias japonesas de ultramar mientras que en 1907, se firma el Acuerdo de Caballeros entre Japón y los Estados Unidos, en el cual Estados Unidos pedía que se frenara la migración japonesa.

Así pues, se puede concretar que la migración a América latina se inicia en las dos últimas décadas del s. XIX. En general, los issei (primera generación de japoneses que migraron) se dedicaron en una primera instancia a los sectores relacionados con la agricultura, pesca y construcción de vías férreas. A medida que pasó el tiempo, los issei y muchos nisei (segunda generación de japoneses) ampliaron a la floricultura y a los oficios urbanos de comercio y servicios.

En lo que a México respecta, el 3 de diciembre de 1888, se firmó el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación con Japón. La firma de este tratado suponía por primera vez la existencia de un documento legal que regulara los intercambios de forma igualitaria de iure. En él, también se negocia la migración entre ambos países. La firma del tratado también sentaría las bases de la migración japonesa a México. En un momento en el que Japón limita arduamente la entrada de extranjeros, el artículo IV expone como mantendrá abierta la vía para vivir y trabajar en Japón para los mexicanos (Kunimoto, 2008).

A finales del s. XIX, México tenía un déficit de población, a lo que se le suma la necesidad de reclutar trabajadores para empezar el proceso de modernización del país. Dada a la urgencia del país por explotar sus recursos naturales para que la producción agrícola y minera, por ejemplo, crecieran a nivel internacional, el gobierno optó por dar acogida a migrantes provenientes de China y Japón, que ya buscaban nuevos destinos.

El gobierno japonés accedió a dejar que la población se desplazara y asentara en distintas destinaciones para aligerar la carga que la sobrepoblación suponía para el Estado y con la idea de que contribuyeran a financiar la industrialización domestica al enviar dinero a sus familias en Japón. En el año 1891, Japón estableció su consulado en México que, entre otras cosas, favoreció el movimiento de japoneses al territorio mexicano.

La migración de japoneses que se produce los últimos años del s. XIX y a lo largo del s. XX se puede dividir en siete etapas.

Los trabajos a los cuales optaron en un primer momento fueron el cultivo de café.

La segunda ola de migración se produce en la primera década del s. XX y está impulsada por una compañía de comercio y colonización. Desembarcan muchos hombres que serían contratados, ya no en plantaciones de café, sino también en el sector la construcción de vías férreas, entre otros. De esta segunda ola cabe destacar que una gran parte de la población no permaneció en México, sino que prefirió cruzar hacia los Estados Unidos.

El tercer movimiento migratorio se da, en gran parte, gracias a la creación de tres agrupaciones con sede en Chiapas y todas eran esencialmente distintas: dos eran Sociedades Cooperativa y la otra, una Granja. En las Sociedades Cooperativas, la educación sobre la cultura japonesa es uno de los elementos más importantes. La Granja Fujino, en cambio, se centraba en la enseñanza de la religión. Pese a que la educación también era un pilar para esta organización, la diferencia entre ésta y las Sociedades Cooperativas radicaba en las enseñanzas y el público al que se dirigían: la Granja tenía como labor educar al pueblo, a todos; y sus enseñanzas se basaban en la promoción de la fe cristiana.

En el 1914 se llevó a cabo un plan para llevar a los japoneses refugiados que se encontraban en la frontera de Coahuila hasta unas plantaciones de algodón situadas en la Baja California, así que el cuarto periodo de migración japonesa se produjo en los enclaves del norte de México.

El quinto periodo destaca por la firma de un convenio entre Japón y México en el 1917 para el ejercicio libre de profesiones como médico, veterinario, farmacéutico o dentista. Este convenio moldeó la principal característica del quinto tipo de inmigrante: el cualificado. Estos asentamientos poco a poco fueron obteniendo una estabilidad económica y social que les permitió traer a sus parientes más próximos. Es así como se dio la sexta ola, la del popular sistema practicado por japoneses llamado yobiyose. Este movimiento se empleó para designar un nuevo tipo de migración: los que ingresaban en el país porqué ya tenían familiares asentados, o bien, eran mano de obra cualificada.

Se sitúa al acabar la Segunda Guerra Mundial, de la década de los 50 a finales de los 70. En esta séptima corriente destaca la figura del ‘técnico japonés’. Designa a un grupo que prestó sus servicios en la guerra temporalmente (de dos a tres años) y a consecuencia de ello, no se arraigó.

Lo más normal era que primero desembarcaran los hombres y posteriormente, los hombres casados se trajeran a sus mujeres. Dado que la población que migró era en gran parte jóvenes comprendidos entre los 15 y los 29 años, el 40.7% de la población masculina que migró eran varones solteros. El matrimonio con mujeres mexicanas se ve más presente en los años 20 y era una manera rápida de naturalizarse.

Los flujos migratorios que se produjeron a Méjico no fueron los más abundantes, otros países de Latinoamérica como Brasil acogieron a más japoneses en sus primeras olas.
Los primeros japoneses que México recibe suponen mano de obra barata y sin cualificar. Están limitados a trabajar en las plantaciones a las que se les derive sin posibilidad de movilidad social; por lo que el sueño de migrar y regresar al país de origen algún día con una fortuna, se queda en un sueño meramente. Más adelante, a principios del siglo XX, con la creación de organizaciones como las compañías, se facilita el acceso a México y se amplían los sectores en los que pueden trabajar, pese a seguir siendo mano de obra barata.

En cuanto a la cuestión de “con qué se identifican los hijos de los migrantes hoy en día”; en el video titulado “28 Nikkei, One Question: México”, grabado y subido a la red en el año 2010, se les hace la misma pregunta a 28 nikkei: “Qué te hace única/o?”. La pregunta se la realizan sobre todo a gente joven, pero también hay algún participante de edad avanzada.

De entre todos, ninguno a excepción de una chica, señala su condición de nikkei o su ascendencia japonesa. Todos se muestran dubitativos a la hora de contestar y optan por destacar rasgos de su carácter. Algunas de las respuestas son: “la personalidad de cada quién no?” “pienso que tengo nuevas ideas y las puedo llevar a cabo de forma diferente”, “mi forma de ser y mi alegría”, “creo que mi personalidad (…) soy diferente a todos” (28 Nikkei, One Question: México [Video file], 2010).

Todos son conscientes de su ascendencia, todos saben, en mayor o menor medida, cuales son los orígenes de su familia, pero ninguno identifica como “única” esa característica.

La única chica que señala su condición contesta: “bueno aquí no aplica, pero en la escuela y así, sí aplica ser nikkei. Sobretodo yo como soy ‘half’ creo que tengo esas dos partes”. La chica se define como half, por lo que se asume que tiene un progenitor japonés y otro mexicano. La única chica que señala este hecho es descendiente directa de una persona de origen japonés que se siente identificada con ambas culturas.

En definitiva, la ‘identidad’ es algo muy personal y que depende de las vivencias y los inputs, ya sean familiares o locales, que haya recibido cada uno. Es un concepto voluble y difícil de categorizar para los descendientes de migrantes. Su nivel de unión con una u otra cultura, dependerá de los ambientes con los que haya crecido y en los que se haya mantenido. Sentir que forman parte de una u otra identidad no es incorrecto, ya que viven en una dualidad constante.

 

Román Zavala, A., n.d. ON THE CENTENNIAL OF THE ARRIVAL OF Mexico’s First Japanese Immigrants. Voices of Mexico, [online] Available at: <http://www.revistascisan.unam.mx/Voices/pdfs/4012.pdf>

Nakamura, M. Y. 2012. Entre el pasado y el presente de la colonia Enomoto, una mirada desde adentro – Parte 2. Avaiable at: http://www.discovernikkei.org/es/journal/2012/2/14/colonia- enomoto-2/

Kunimoto, I., 2008. La Negociación Del Tratado De Amistad, Comercio Y Navegación De 1888 Y Su Significado Histórico. 2nd ed. [ebook] México: Kunimoto, Secretaría de Relaciones Exteriores. Available at:https://revistadigital.sre.gob.mx/images/stories/numeros/n86/kunimoto.pdf

28 Nikkei, One Question: México [Video file]. (2010). México: Nijuhachi, from https://www.youtube.com/watch?v=yESF8EAyf-A&ab_channel=28nijuhachi

 

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